Por Taihú Mubilla

Año 2025. Redes sociales, videos, fotos, entretenimiento en sí mismo. Pero las personas, ¿están viviendo o solo están entretenidas?

Cuál es el fin del ser humano según la filosofía griega? | Ethic

En tiempos del “ya mismo”, de tik tok, de la inmediatez del contenido en reels, de la saturación informativa y la urgencia de opinar, muchas veces superan a la necesidad de comprender, la filosofía aparece como una herramienta olvidada o reconocida, en forma vaga, por una mayoría cultural como “aquello que hacían los griegos”. Sin embargo, lejos de ser un lujo académico o una extravagancia intelectual que se encuentra lejos de la mayoría del típico ciudadano “de a pie”, la semilla filosófica, se planta en preguntas que cualquiera puede hacerse, y tiene una utilidad concreta y vital: nos enseña a pensar, a soportar y, sobre todo, a mirar distinto.

“Gente. ¿Quién es toda esta gente? ¿A dónde van? ¿De dónde vienen? ¿Por qué coincidimos todos en este colectivo hoy, ¿ahora? Podría haber sido de otro modo, pero fue así. ¿Y por qué fue así? ¿Por qué hay colectivos, asientos, timbres, carteles, hombres? ¿Por qué somos así? ¿Qué es todo esto? ¿Qué pasará después?”Darío Sztajnszrajber en ¿Para qué sirve la filosofía?

Albert Camus decía que “juzgar si la vida vale o no la pena ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Así abre El mito de Sísifo, en donde el filósofo franco-argelino plantea una cuestión que no es solo existencial, sino profundamente práctica, real, tangible a la vida del humano. Preguntarnos por el sentido de la vida, en una época donde todo tiende a distraernos, es un acto de resistencia. Camus no buscaba consuelo religioso ni certezas absolutas; él proponía enfrentar el absurdo con rebeldía, con una ética del presente, con el vivir por el mero hecho de estar vivos. Y eso, quizás, sea más útil que cualquier manual de autoayuda.

Pero también desde la mirada “del otro lado del río”, el rumano Emil Cioran, tan pesimista como lúcido, escribía: “No se vive sin el auxilio de la ilusión”. En su obra El Malvado Demiurgo, cuestiona todo, incluso la necesidad de buscar sentido, pero en ese mismo gesto también nos da una idea clave que como contraria, igualmente se adhiere a lo anterior: en la conciencia del vacío, uno puede construir su propia manera de estar en el mundo. Cioran no invita al cinismo, sino a la sinceridad brutal. Filosofar, en su caso, es aprender a vivir con lo insoportable.

Y aún en otro camino, del otro lado del lineamiento, Tomás de Aquino, entendía la razón como un puente hacia lo divino. Para él, la filosofía y la teología no eran contradictorias, sino complementarias. En su Suma Teológica, Aquino propone que el entendimiento humano puede y debe buscar verdades últimas, también desde la fe. Aunque parezca lejano, su pensamiento sigue siendo relevante: su método argumentativo, basado en el arduo análisis sistemático, puede ayudarnos a discutir con respeto y profundidad, en una época dominada por la polarización.

Entonces, ¿Todos los caminos llevan a Roma?

Pensar el amor, la política, lo social, en sí: el todo.

La filósofa española Marina Garcés sostiene que “vivimos en un mundo que nos educa para no pensar”, y que recuperar la filosofía es recuperar también una forma de ¡autonomía!. En su libro Filosofía Inacabada, Garcés propone una práctica filosófica que no se encierra en bibliotecas, sino que sale a la calle. Como un gallo que subido a su “pedestal” despierta, aunque sea, a sus vecinos. Aplicar filosofía al amor, por ejemplo, no es hacer teoría del romance, sino preguntarse por el otro, por el deseo, por la libertad, por el uno mismo. No hay dos, sin uno.

En la política, la filosofía es más urgente que nunca. Si nos ponemos a pensar, podemos alertarnos sobre los peligros de la banalidad del mal, de cómo el pensamiento acrítico puede llevar a horrores colectivos. Y hoy, en un mundo atravesado por el odio digital, la desinformación y los discursos autoritarios, la advertencia suena como un eco que aún no se supo escuchar.

Como decía Michel Foucault, “la filosofía es el trabajo de desnaturalización de lo obvio”.

El hábito de dudar y sus fundamentos.

“En principio podríamos decir que un fundamento es un conjunto de palabras que intenta dar razón a otro conjunto de palabras. La única condición que parece que hay que satisfacer es que se trate de otro conjunto de palabras, de una otredad, de una diferencia. Pero entonces, si el fundamento del todo está en el todo no se satisfaría este requisito; y a la inversa, para que haya un por qué del todo, necesitaríamos que haya un afuera o por lo menos una otredad. Pero otra vez, si hay un afuera, ya no sería el todo. ¿Volví al tema?”Darío Sztajnszrajber en ¿Para qué sirve la filosofía?

No se trata de leer todos los días (aunque no vendría mal), de ir a una universidad prestigiosa, de ir a eventos o juntadas semi-intelectuales, de hacer apología a un arte específico (que muchas veces es más producto, que arte), si no, de cultivar un hábito: detenerse, preguntar, dudar. Eso es filosofar. Desde preguntarse por qué amamos como amamos, hasta por qué votamos lo que votamos. La filosofía no es un lujo solo para esos intelectuales lejanos a nosotros, sino una forma de higiene mental, una brújula en tiempos donde hay tanta interconexión que ver hacia adelante se vuelve en una mirada “turbulenta”, por lo agitado y desordenado del panorama.

En pocas palabras, como decía Sócrates, “una vida sin examen no merece ser vivida”. Y quizás, en ese examen constante, esta ese sentido que muchos buscan a la hora de VIVIR.

Pero advierto, una vez dentro del consciente, ya no hay vuelta atrás.