Por Luisina Scarafiocca
La Sustancia, la nueva película de Coralie Fargeat, es un drama de terror corporal que hace que te retuerzas en tu asiento, a la vez que logra hacer un comentario afiladísimo sobre los estereotipos y presiones sociales que enfrentan las mujeres en la actualidad. Recibió críticas muy positivas, a pesar de que mucha gente se retiró de las salas de cine durante las proyecciones.
La trama sigue a una celebridad en decadencia, Elisabeth, interpretada por Demi Moore, que decide usar una droga del mercado negro, la titular sustancia, que replica células y crea temporalmente una versión más joven y mejor de ella misma, Sue, interpretada por Margaret Qualley, y que al final causa efectos secundarios horribles.
Todas las mejores y más icónicas películas de terror llegan a serlo porque se sirven de una significancia alegórica. El terror es un medio para llevar al espectador críticas sociales tremendamente efectivas. En el caso de La Sustancia, el mensaje no es para nada sutil. Es la clave de la historia. La Sustancia logra tocar temas muy resonantes en la actualidad. El personaje de Moore, acertadamente elegida para el papel, es una superestrella que envejeció más allá de la edad que le asegura un lugar en Hollywood, desesperada por recuperar su juventud y su belleza, y con estas, su trabajo. Esto la lleva a experimentar con una droga que crea (a partir de su columna vertebral, y de manera increíblemente grotesca, cabe decir) una versión más joven de ella. Ambas mujeres, que en realidad son una sola, se miran constantemente en un espejo de estándares imposiblemente altos, misoginia, obsesión con el físico y edadismo. Esta exploración es acarreada con fuerza y la película no se esconde de ser gráfica y violenta. Se lanza a la pileta de las consecuencias de las expectativas sociales y la objetificación de la mujer de manera grotesca y gore, al punto de tocar el absurdo.
La versión joven de Elisabeth, Sue, recibe tratamiento preferencial por parte de la industria de Hollywood, una discriminación edadista que es moneda corriente en Hollywood para actrices mayores, justamente como en el caso de Demi Moore. En la película, este tratamiento discriminatorio crea una dinámica competitiva entre Sue y Elisabeth, una compleja batalla entre dos personalidades que son la misma persona, que es una exploración de las implicancias psicológicas de las presiones sociales; y por supuesto, también hay factores externos que le dan forma a las personalidades de Sue y Elisabeth.
La Sustancia nos recuerda constantemente que los factores sociales misóginos a los que se enfrentan las mujeres son la base de la historia. En una entrevista con The Guardian, Demi habló acerca de cómo las mujeres son invisibilizadas por la industria del espectáculo a partir de cierta edad, y acerca de cómo “podemos ser muy violentas con nosotras mismas”, y esta violencia se exacerba a medida que avanza la trama. El horror corporal extremo toma forma como consecuencia de las maneras invisibilizantes y objetificantes de la misoginia en el clímax de la película.
El horror corporal satírico y grotesco puede hacernos creer que la película está diseñada para ridiculizar la búsqueda extrema de la belleza y la juventud que buscan las mujeres, pero considero que esa lectura está muy alejada del mensaje que La Sustancia busca explorar.
Como se evidencia por sus múltiples homenajes a otras películas del género, La Sustancia es muy consciente de sus referencias cinematográfica. Aún así logra a su manera darle una vuelta a las formulas ya vistas en el horror, resultando en una sátira que desafía a múltiples aspectos de nuestra sociedad moderna, antes de concluir de manera espectacularmente grotesca. Hay quienes ya se refirieron a ella como un futuro clásico del cine de terror. La cinematografía, los efectos especiales, la producción sonora y las actuaciones definitivamente la hacen merecedora de ese título.
Vale la pena aguantar el asco y la impresión para ver esta película, ya disponible en cines y en la plataforma Mubi.