Por Victoria Allassia
Cómo resumir lo sucedido en las elecciones de Venezuela en una sola palabra? Fraude. ¿Fraude electoral? Quizás sí. Pero eso lo deben confirmar las autoridades y organismos abocados a ello. ¿Y entonces cuál es el fraude? Con el pueblo, el que confía en su gobierno, que aún cree en la transparencia de la política.
El domingo 28 de julio millones de venezolanos se convocaron en las urnas para decidir quién va a ser el jefe de Estado por seis años. El resultado del escrutinio brindado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) confirmó con más del 50% de los votos a Nicolás Maduro como presidente reelecto. En contracara, la CNE anunció que la oposición, liderada por Edmundo González Urrutia solo obtuvo el 44,20 % de los sufragios.
Todo Venezuela y todos los venezolanos que tuvieron que emigrar a otros países, pero que aún tienen su corazón en el país de la Vinotinto (menos algunos), salieron a reclamar que los resultados del sufragio no eran los reales. Y ya lo habían demostrado días anteriores a la votación: en entrevistas, la gente aseguraba que esta vez votarían un “cambio”, palabra que utilizaban para no mencionar al candidato por la oposición, González Urrutia, por el temor a las represiones del gobierno.
“El gobierno nos quitó tanto, que nos quitó hasta el miedo”, afirmaba un jubilado que gana sólo tres dólares al mes y que subsiste gracias al dinero que le envían quienes debieron abandonar su patria para encontrar un futuro más próspero. Y eso es Venezuela hoy: ocho millones de venezolanos que se vieron obligados a buscar un hogar en un país distinto al suyo para no tener que pasar hambre, millones de venezolanos que eligen quedarse en su país de origen pero que apenas si pueden pagar la canasta básica. Se torna difícil creer que más del 50% de las personas votaron seguir viviendo con la falta de insumos médicos, de higiene, de agua y de comida.
El derecho a la libertad de expresión está consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que describe sus elementos fundamentales como derecho consustancial a todas las personas. Si es un derecho, ¿por qué hay más de dos mil personas detenidas por manifestarse en contra de los resultados de las elecciones? ¿Por qué todos los medios de comunicación en Venezuela son oficialistas?
Al chavismo de Maduro le pasó lo peor que a un gobierno le puede pasar: perdió el respaldo de los sectores más populares. Un día, una mujer con los skinny jeans bien puestos y preparada para ser la voz de la oposición, tomó las riendas del partido. María Corina Machado, una mujer que pareciera que no tiene un gramo de miedo para enfrentar a un régimen realmente poderoso. Machado les devolvió a los venezolanos los ánimos para creer nuevamente en otra realidad para Venezuela, una mejor, en la que el chavismo no los somete.
Corina Machado, como tantos otros políticos, encontró “trabas” para postularse como presidente. Pero eso no la detuvo, encontró en Edmundo González Urrutia una figura que podría representar al Partido por la Unidad Democrática y que podría defender los intereses del mismo. Pero como no viven en un cuento de hadas, la campaña política no fue sencilla. El gobierno le puso más de mil obstáculos a la hora de promover el partido político. Como mesa de entrada, no contaban con la divulgación de la campaña en los medios y colgar cartelería no era una tarea sencilla, pero nada de eso detuvo a la oposición.
Actualmente, Venezuela tiene una tasa de pobreza del 82%. El 53% de las personas viven en la pobreza extrema y, aunque la inflación venezolana ya no es la más alta de América Latina se mantiene por encima del 50%. Esta inestabilidad económica sigue afectando el nivel de vida de los venezolanos. El salario mínimo está congelado en 130 bolívares desde marzo de 2022, pero su valor se devaluó a aproximadamente 3,50 dólares. Y pese a que la tasa de desempleo se encuentra relativamente baja, en 5,5%, esta cifra no refleja plenamente el subempleo y el trabajo informal que enfrentan muchos venezolanos.
En el medio de este desequilibrio económico y momento de tensión para todo el pueblo venezolano, Maduro invitó al reconocido empresario Elon Musk a pelear en un ring de boxeo. También tuvo cruces con el presidente Javier Milei, al que acusó de liderar junto a Musk “una secta satánica”. Como si fuera poco, el presidente venezolano cuestionó a las redes Instagram y Tik Tok porque, según él, son los “principales instrumentos multiplicadores conscientes del odio y el fascismo”. También invitó a todos a que, al igual que él, desinstalen WhatsApp, porque “a WhatsApp la están utilizando para amenazar a Venezuela”.
Incluso si las calles no fueran el reflejo suficiente de las elecciones, varios países ya han reconocido la victoria de la oposición. Países como Estados Unidos, Perú, Ecuador, Costa Rica, Argentina, Uruguay y Panamá afirman que González Urrutia debe asumir su cargo como presidente. También hubo organizaciones como la Organización de los Estados Americanos (OEA) que acusó a las autoridades venezolanas de intentar “distorsionar el resultado electoral” desde la “manipulación más aberrante” en un proceso “sin garantías”. Por su parte, el Centro Carter, organización que supervisa elecciones para asegurar que se realicen de manera libre, justa y transparente; confirmó a Edmundo González Urrutia como el ganador con más del 60%” de los votos.
Ahora solo resta que el gobierno oficialista aclare la situación y decida si acepta el triunfo de Urrutia o si decide perpetuarse en el poder por otros seis años más. También queda reclamar por la liberación de todos los manifestantes detenidos y pedir justicia por todos aquellos a los que mataron. Es hora de que las organizaciones que velan por los derechos humanos intervengan y hagan respetar la voluntad del pueblo.