La experiencia de habitar en otro país que actualmente se encuentra en guerra

 

Vista de la Mezquita de la Roca – Jerusalén

Vivir fuera de la patria puede representar una aventura única e irrepetible, pero hacerlo en un territorio que desde su origen mantiene conflictos latentes con sus vecinos puede representar un desafiante o temeroso acontecimiento.

 

Por Virginia Rocchetti 

 

Damián Umansky es periodista, rosarino y a pesar de los equipos protagonistas de la ciudad, es bostero. Se define como un ciudadano del mundo y siempre prefiere llevarse su propia experiencia de cada uno de los sitios que visita. Cuando cumplió los dieciocho, vivió durante un año en Jerusalén, Israel. Un país joven pero con mucha historia y conflictos que subyacen a lo largo de la vida de los ciudadanos. Hoy nos cuenta cómo fue su vivencia personal y cómo ve los sucesos bélicos de trascendencia mundial.

 

-¿Qué te fuiste a hacer a Jerusalén?

 

– Es muy común dentro de la colectividad judía que a los 18 años los jóvenes se van a  hacer distintas experiencias educativas, formativas, que tienen que ver con empezar a desarrollar o consolidar cierto liderazgo comunitario en Israel. Hay distintos programas para enseñar la cultura hebrea y es normal en la colectividad judía no sólo en Rosario sino en el mundo, hacer una experiencia de estas características en Israel. Lo promueve el Estado a través de distintos movimientos juveniles a través de instituciones sociales para que tengan un contacto cercano con el país, que fantaseen con la idea de llegar a vivir allá y tener contacto con la cultura, el idioma, la idiosincrasia y con la situación geopolítica que es lo que más se conoce puertas afuera. Es un país que tiene opciones de todo tipo como estudiar. 

 

-¿Qué te motivó a ir?

 

– Terminé la escuela en diciembre y el 27 de febrero del 2000 me subí al avión. Hay una tradición en los jóvenes de esa edad visitar el país. Me acuerdo del chico que veía a otros que se iban durante un año y volvían al club. Yo pensaba que cuando cumpliera 18 años iba a estar en la misma situación. En lo personal, lo viví como un proceso que me llevó hacia eso pero lógicamente tenés que pasar por algún movimiento juvenil de las instituciones judías.

 

– Suele ser una zona muy conflictiva, ¿no consideraste riesgos?

 

– Te cambio la perspectiva, porque hay situaciones que son cotidianas allá y que acá en Argentina serían impensadas, como viceversa. Allá no pueden entender que no podamos sacar con tranquilidad un celular en la calle sin miedo a que pase una moto y lo robe o que a alguien lo asalten en plena vía pública. Eso allá no existe. Podés estar tomando algo con cuatro amigos a las 3 de la mañana y eso no supone ningún riesgo en cuanto a la seguridad personal. Como nosotros no podemos entender que todo joven a los 18 años, varón o mujer, tenga que pasar por el servicio militar. Eso es obligatorio y además no se quieren negar ni pasar de largo esa etapa porque es la puerta de entrada a la sociedad adulta del país.

 

-¿Qué sentiste con 18 años que pares tuyos se enrolaban en el ejército?

 

– Mis primos, por ejemplo. Estaban en el ejército cuando fui a conocerlos y los veía los fines de semana que tenían libre o algún franco y venían con el uniforme militar y te acostumbrás a tomarte un colectivo y que se siente un joven de la misma edad que vos pero con un Fal o arma reglamentaria y uniforme y no es visto como algo extraño. En el guardarropas del boliche se dejaba el saco, la campera y el Fal descargado, y esa noche los chicos compartían una cerveza. Lo tengo muy presente. Después hay medidas de seguridad que se toman que son diferentes. Hay detectores de metales en muchísimos lugares públicos, ahora me imagino que mucho más.

 

-¿Viviste alguna experiencia peligrosa?

 

– Recuerdo una situación en una estación de colectivos. Alguien se olvidó una mochila y vino una brigada antiexplosivos, la metieron en una caja y la hicieron explotar para constatar que no fuera una bomba. Al final había sido alguien que se había olvidado la mochila. Y el 28 de septiembre del 2000 comenzó en medio oriente la segunda Intifada, que fue el segundo levantamiento con piedras de ciudadanos palestinos contra soldados que estaban apostados en los puestos de seguridad y sabíamos que en el norte estaban lanzando algunos misiles. 

 

-¿Cuando viviste allá, sentiste que había un trato diferencial entre una comunidad y otra?

 

– En aquel momento era una etapa interesante para la convivencia. Había vocación de un sector grande la política y la sociedad israelí y del lado palestino para llegar a un acuerdo de paz. Me tocó participar de un seminario y visité distintos territorios que tenían la autonomía palestina, por ejemplo Hebrón, Ramallah, Jericó, Belén. Hoy es impensado sin tomar ningún recaudo cruzar y sin embargo se podía hacer sin inconvenientes. Estaban avanzando en un plan concreto de paz que fracasó o quedó trunco en septiembre de ese año y desembocó en una nueva escala de violencia que duró algunos meses en Israel y que me tocó verla de cerca durante mi último mes. Escuchabas las noticias y sabías que el país estaba en una situación de alerta. Te aclaro que, y me lo dicen desde Israel, más allá de algún período en particular, la gente continúa con su vida prácticamente como si nada. Cuando se dieron los ataques de Hamas en octubre del año pasado, me decían que esos primeros días les hacían acordar a la época de la pandemia por la cuarentena, porque los ataques no estaban en los puntos fronterizos sino en las grandes urbes.

 

-¿Qué te genera la respuesta israelí hacia Palestina después de los ataques de Hamas?

 

-A esta altura de la humanidad, cualquier situación de conflicto que se sigue dirimiendo a través de las armas me parece un fracaso como especie humana. Creo que lo que pasó el 7 de octubre para el Estado de Israel fue muy traumático porque se vio vulnerada su seguridad y uno de los orgullos más importantes de su Nación siempre fue la seguridad e inteligencia prácticamente inexpugnable. Sin embargo esto atacó directamente a jóvenes que estaban participando de un festival de música, a mujeres, bebés y adultos mayores que vivían en la zona. Esto en un contexto difícil del país en donde también hay grieta y posturas políticas muy opuestas que coincidieron con el momento en el que sucedió el ataque. Además hubo una necesidad del Primer Ministro de una muestra de carácter y atacar al terrorismo enquistado en medio oriente, que son tentáculos de Irán en esa zona del mundo. Es difícil estar hablando de esto a 16 mil kilómetros de distancia, hablar de la proporcionalidad del ataque y a donde creo que va tu pregunta. Cuando ves otros escenarios de conflicto en el mundo no se debate tanto la proporcionalidad, hay una guerra y lamentablemente vuelvo a la reflexión inicial: por el fracaso como humanidad es que los conflictos se siguen dirimiendo a través de las armas. En un contexto de guerra es difícil medir la proporcionalidad de un ejército en respuesta a un ataque que fue muy traumático para la sociedad israelí. Rusia ataca Ucrania y no veo en la opinión pública el mismo nivel de agudeza al momento de criticar como cuando se critica a Israel. Siria vivió una masacre civil y nadie habla de esto.

 

-¿Qué fue lo que más te gustó de la idiosincrasia o la vida allá?

 

– La simpleza con la que vive la gente. Es mucho más relajada con respecto a la vestimenta, la manera de articular las relaciones cotidianas, entre funcionarios o directivos de empresas. Si hace calor no se van a vestir con traje y corbata. Tiene que ver con la idiosincrasia: no complicar lo que no es complicado. Incluso hasta comen más simple, es distinto a los argentinos, la comida elaborada, la mesa servida, el encuentro de amigos. Allá no sentís la misma calidez como en Argentina. Al ser un país joven y formado por inmigrantes, no es lo mismo el que llegó de Sudamérica o Europa o de Estados Unidos o Rusia, ya que hay muchos rusos y marroquíes viviendo en Israel. Es un país muy heterogéneo y es difícil encontrar grandes grupos que se encuentren un domingo como puede pasar en Argentina. Los encuentros se dan a través de nichos. Y por otro lado hay una sociedad que a pesar de todos los problemas que tiene y lo limitado que es el Estado (ya que tiene la misma superficie que Tucumán) junto con Alemania y Nueva Zelanda tiene el desarrollo tecnológico más importante del mundo. Desarrollaron muchas de las aplicaciones que tenemos en los celulares, incluso como no tienen agua dulce, están desalinizando el agua de mar para potabilizarla y consumirla. El día que la guerra ya no sea una realidad cotidiana, va a ser un país mucho más potente.

 

Finalizando la entrevista confiesa, sin embargo, que no tiene muchos elementos para ser optimista respecto de los conflictos bélicos que enfrenta la zona. “Hubo dirigentes israelíes que soñaban un mercado común con países árabes para complementar sus economías, pero lamentablemente esto está empañado por posturas extremas y obturado por la cuestión política y social”, determinó Umansky.