Por Virginia Rocchetti
Halloween es una fiesta pagana extranjera que, a diferencia de otras, genera grandes contradicciones en el seno de una sociedad tan polarizada, pasional y politizada como la sociedad argentina.
Los grupos de WhatsApp de vecinos que organizan los festejos de Halloween explotan a mensajes irónicos, hirientes y hasta maliciosos respecto de la organización de este tradicional evento foráneo. Lo que ni siquiera saben es que es un festejo que tampoco le pertenece a Estados Unidos y mucho menos a Hollywood. Aún así, se sacan los ojos para ver quién es más patriota o divertido a la hora de planificar celebraciones en territorio nacional.
Por un lado, nos encontramos con aquellos que, con tal de festejar, incluyen cualquier efeméride mundial en el calendario de su casa. De este modo, preparan sus disfraces, compran golosinas y planean juegos en las plazas de los barrios para divertirse en familia. No se detienen a pensar con serenidad si este festejo pertenece originalmente a Estados Unidos, Irlanda o China. El objetivo es celebrar y punto.
Por otro lado, los detractores del evento tenebroso, intentan convencer al resto de los mortales que festejar Halloween es reconocer explícita e inmoralmente que somos colonia. Para ellos, que sus hijos salgan vestidos de brujas, demonios o zombies es lo mismo que acordar con el FMI (Fondo Monetario Internacional).
Algunos años atrás, en Argentina comenzaron los festejos masivos de esta fecha originaria de pueblos agrícolas del norte de Europa. Nadie se preguntaba si era correcto o no salir a pedir golosinas vestidos de esqueletos.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la globalización, el exceso comercial y las diferencias políticas hicieron lo suyo. Si bien la grieta ideológica se remonta al origen de nuestra patria, hace veinte años se profundizó. Con ello, se hizo aún más visible el incremento de las diferencias sociales, culturales y políticas en aspectos de la vida que antes no se cuestionaban. El aborto, la legalización de la marihuana, el reconocimiento a las diversidades de género, la ampliación de derechos de las mujeres, fueron algunos de los puntos de grandes discusiones de la sociedad. Lo siguen siendo.
En este contexto, las mesas familiares ya no son lo que eran antes y Halloween no se queda atrás en la discusión patriótica. Es el fiel reflejo de la sociedad argentina que no tiene grises y que al momento de tomar posición, las palabras se vuelven hirientes y vacías de sentido.
Halloween no es un festejo argentino, pero tampoco es norteamericano. Sin embargo, ¿Qué diferencia existe entre festejar Navidad y este día? Desde mi punto vista, ninguna. Ambas son fiestas extranjeras y paganas.
Por lo tanto, creer que celebrar un evento familiar de este tipo nos convierte en colonia o, por el contrario, reduce la grieta, estamos equivocados. Las decisiones políticas acerca de la dominación externa al que un país se somete, quedan a manos de un gobierno elegido, en nuestro caso, democráticamente. Celebrar o no una fiesta extranjera no nos hace más o menos argentinos y por ende, no mueve el amperímetro en la toma de esas decisiones.
Como diría Ismael Serrano en su canción “Fábula de los conejos”: “En esto llegan los lobos y los encuentran que estaban discutiendo como tontos, hablando habla que te habla. Devoran a los conejos como la historia contara. Moraleja el tiempo amigos, no hay que perderlo en bobadas”.