Por Virginia Rocchetti
El debate presidencial que se desarrolló la noche del domingo en la ciudad de Santiago del Estero constituyó el evento más visto de la televisión argentina durante el fin de semana. Con picos de 42 puntos de rating, las familias argentinas estaban mirando atentamente a los candidatos y candidatas para ocupar el sillón de Rivadavia el próximo diez de diciembre.
No faltaron los memes posteriores al encuentro televisivo ni las peleas entre seguidores en las redes sociales. Sin embargo, lo más divertido fueron las chicanas de Myriam Bregman que tuvieron su momento cumbre en torno a la comparación de Milei con un felino. “Es un gatito mimoso del poder”, sentenció al inicio del debate la legisladora de la izquierda.
Durante la emisión se pudieron observar las faltas en la oratoria de Patricia Bullrich. Sabor a poco en sus argumentos y un discurso vacío de contenido, similar al debate de Mauricio Macri en 2015 que utilizó elegantes y cariñosas frases para los argentinos. Esta vez, la candidata de Juntos por el Cambio, apeló a enunciados firmes y categóricos en cuanto a la seguridad y la represión necesaria para mantener el orden institucional y social, pero de baja solidez argumentativa. De hecho, cuando el libertario le preguntó en el mano a mano por las Leliq del Banco Central, luego de dos intentos fallidos, afirmó que no iba a contestar lo que él quería. Una respuesta muy desacertada y pobre para una aspirante a la presidencia.
Las risas de Milei durante las exposiciones de sus contrincantes, la ironía de Bregman, las trabas en la oratoria de Bullrich, la lentitud de Schiaretti y su modelo de exportación cordobés le permitieron a Sergio Massa lucirse sin mucha rivalidad. Su porte serio, medido, el discurso firme y sereno lo ayudaron a sobreponerse a su mayor perjuicio: el rol de Ministro de Economía y los golpes al bolsillo de los argentinos.
Sin embargo, la situación económica del país no lo ayuda a obtener los votos que Massa necesita para llegar a un balotaje. A pesar del exabrupto de Milei acerca de los 30.000 desaparecidos y la falta de conocimiento de Bullrich sobre el juicio a los gendarmes por la desaparición de Santiago Maldonado, a Massa no le alcanza para ganar. El debate dejó al descubierto la ausencia de políticas de Estado de Juntos por el Cambio y las barbaridades del libertario en cuanto a la educación y la política de derechos humanos, pero el mayor problema al que se enfrenta es el enojo de la gente.
Fue superior en discurso, oratoria, argumentos y respuestas pero el votante de Bullrich que anoche se quedó con gusto a poco, ¿le encomienda la tarea de gobernar a Massa?. Se lo vio muy atento a las respuestas de sus rivales, observando y escuchando las distintas posiciones y de más está decir en el trato a sus compañeros. Siempre por el nombre de pila, sin mencionar los apellidos ni parecer despectivo, muy alejado de las formas de las dos mujeres presentes que optaron por algo más duro.
Por otro lado, la polaridad entre Milei y Massa dejó por fuera del ring a la vencedora del Pro. Esta vez no le dieron opción a la pelea. Si bien intentó atacar a los candidatos que más miden, su pobreza discursiva y el pacto tácito entre los anteriores la aisló y no pudo meterse en el debate.
Finalmente, la violencia en las palabras de Milei y Bullrich frente a la idea de exterminio de una parte de la política argentina y con ella, una parte de las ideas de la población nacional, contrarrestaron a la convocatoria de unidad y paz de Massa. Invitando a los argentinos a ir a votar con esperanza y no con bronca y odio se posicionó como el candidato del fin de la grieta. En tres semanas, los ciudadanos darán respuesta a todo este revuelo. Por lo pronto, resta esperar a un segundo debate presidencial con eje en seguridad, trabajo y medio ambiente.