Por Mariano Junco

Pasados sus 60 años de historia, el rock nacional argentino vive tiempos de renovación y reflexión acerca de la legitimidad de un grupo de nuevos artistas, que lejos de mostrar una impronta poco profesional o incoherente con los principios preponderantes del rock barrial que caracterizaron a la nueva era de 2001 hasta la actualidad, ofrecen shows de primer nivel bajo el formato de tributos o desprendimientos de exitosas bandas o solistas antecesores.

El rock argentino explotó en los sesenta con la aparición de bandas como “Los Gatos” y su hit “La Balsa” o artistas que desde muy jóvenes marcaron su camino artístico a través de la identificación con el nuevo género como lo fueron los integrantes de la trova rosarina. No obstante, pese al gran auge impartido por los festivales y las discográficas en la década de 1970, el regreso de la democracia en 1983 trajo aparejado un impulso de nuevas bandas, quienes reemplazaron a la primera generación de artistas nacionales de la cultura rock.

Así fue como Soda Stereo, Sumo y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, entre otros, emergieron desde los locales alternativos del “under” porteño hacia los escenarios como el de Obras Sanitarias, apodado “El templo del rock” o el mítico Luna Park, incluso llenando estadios como River Plate o Velez Sársfield. En tanto, el rock nacional se hizo cada vez más grande y el género definitivamente se transformó en parte del acervo cultural argentino.

Posteriormente, en tiempos de neoliberalismo y aumento de la crisis social hacia fines de los noventa y comienzo del nuevo milenio, los ritmos de guitarra, bajo y batería, acompañados por vientos, teclas o percusiones invadieron los barrios y abanderaron desde letras y acordes al desarrollo del “rock barrial”, un estilo urbano de contar historias a través del rock and roll, iniciado por “La Renga” y su formación original en Mataderos en 1988 y “Los Piojos”, surgida en El Palomar en el mismo año.

El rock barrial que alcanzó su punto de ebullición ante la crisis socioeconómica y el estallido social de 2001 y dividió fuerzas frente al ritmo de la emergente cumbia villera de Pablo Lescano y su “Damas Gratis”, se apoyó en la poesía del vocalista y guitarrista Pity Álvarez, ex “Viejas Locas” e “Intoxicados”, para seguir una línea rockera y suburbana, que tome la posta tras el ocaso de Patricio Rey en 2001. El rock de los barrios le agregó una mirada actual a un rock del país cada vez más alejado de las letras de amor y más cercano al contenido social de sus versos que ocupara, por ejemplo, el tango a principios del siglo XX.

Paradójicamente, la transformación cultural vivida durante los gobiernos de Nestor y Cristina Kirchner en los que la revolución cultural y la “muerte” del CD le abrieron paso a las plataformas de reproducción y streaming, la cultura rock volvió a ganar el centro de escena que había perdido en la década anterior y fue parte de las fiestas populares combinando artistas originarios como Charly García, Nito Mestre y Fito Páez con nuevas apariciones como “La Mancha de Rolando” o “Bersuit Vergarabat”.

Pese a este impulso de hace una década, luego de la pandemia de 2020 hay un nuevo auge liderado por la banda “Fundamentalistas del Aire Acondicionado”, formación ideada y hasta hace muy poco tiempo liderada por Carlos “indio” Solari, líder histórico de los redonditos de ricota y padre del fenómeno “ricotero”. Este auge se centra en formaciones que bajo el formato de tributo a aquellas bandas históricas como Patricio Rey, llenan estadios cantando sus canciones y homenajeando a sus artistas históricos.

En el último show de Los Fundamentalistas en San Luis en el mes de agosto, 25 mil personas coparon el Autódromo La Pedrera, viajando desde todo el país y dejando una recaudación millonaria, además de un impacto significativo en el consumo local, ya que muchos de los espectadores llegaron con anticipación y pernoctaron en la zona.

Todo esta onda expansiva de mini turismo y consumo local a través de un recital, fue generado por el ritual de los seguidores de al menos tres generaciones de “ricoteros”, que viajaron para presenciar el show de la banda que, a su vez, tributa a la banda que todos ellos admiran. Esta paradoja contó además con el valor agregado de la ilusión de que Solari pudiera estar en show, hecho que no sucedió y se desconoce si volverá a ocurrir en futuros shows, ya sea desde la presencialidad o desde el formato holograma que ha sido un éxito sin precedentes en algunas “misas” ricoteras/fundamentalistas pasadas.

No obstante, el producto “redonditos” es una usina generadora de trabajos y proyectos musicales que se desprenden de ex integrantes de la banda, allegados o fans de la misma. El ex guitarrista Skay Beillinson y su banda “Los Fakires” llevan años de recorrida en un escalón secundario del rock argentino, con temas propios pero con muchos covers de Patricio Rey.

Por su parte, el proyecto “Los Decoradores” y su espectáculo “Kermesse Redonda”, en el que los músicos originales de la banda como Tito Fargo, Sergio Dawi y el bajista “semilla” Bucciarelli llevan adelante shows con todos los clásicos de los redondos con un formato de voz itinerante, en el que distintos vocalistas masculinos y femeninas ponen en sus coros un sentido homenaje al público y a los redondos en general.

 

Recientemente, la última cita de Los Decoradores llenó el Microestadio de Lanús en un recital para más de 3 mil espectadores, todo un número para una banda sin temas propios ni formación fija. El tributo vende y a la gente le gusta, además de que brinda una mayor cercanía porque los shows son en estadios más pequeños o en los tradicionales bares culturales como Vorterix o La Trastienda, por mencionar algunos.

En tanto, el pasado sábado en en local rosarino de La Sala de las Artes, ex Willie Dixon, se vivió una fiesta llamada “Quieren Rock”, con una cartelera anunciaba dos tributos en la trasnoche del barrio de Pichincha. “Buenos Psicópatas” banda rosarina de tributo a los redonditos fue el grupo encargado de cerrar la noche de un bar cultural que se llenó por completo, justamente en un escenario en el que ha tocado Skay Beillinson o Los Decoradores este mismo año.

Esta fecha celebrada en el mencionado espacio da la posibilidad de trazar un comparativo y alimentar el mito de que Patricio Rey es una usina generadora de propuestas, pero también de que el género tributo atrae al público y está muy activo como proyecto profesional en el ámbito rockero. El mismo escenario recibió a los distintos tributos y siempre fue a sala llena.

Además, en la misma noche se presentó “Rompiendo Espejos”, un grupo que homenajea a “Callejeros” y desde hace años se dedica exclusivamente a girar por el centro del país versionando a la banda liderada por “Pato” Fontanet y sus proyectos complementarios “Casi Justicia Social” y “Don Osvaldo”. Por su parte, a pocos metros, en el bar García de calle Ovidio Lagos, la banda “Casandra Lange” se presentó con su tributo a Charly García, en otra de las posibilidades que justifican el valor de estas nuevas formas de expresión del rock argentino.

En conclusión, las bandas y su música siguen vivas y el ámbito rockero se encuentra en un momento en el que el género tributo abrió un abanico de propuestas que ofrecen a los espectadores la posibilidad de encontrarse con aquellas bandas y temas que en tiempos no tan lejanos, eran de propiedad privada de su autores originales.