Por Walter Camerano

Ligas y torneos paralizados durante varios meses. Partidos que se disputan sin público en las tribunas. La pandemia ha puesto de relieve las debilidades del gigante mercado del fútbol, que hace tiempo dejó de ser un mero deporte.

Los números de los derechos de televisión de las competiciones europeas generan aproximadamente 7.900 millones de euros. El fútbol representa en España cerca del 1.3% del PBI y 185.000 empleos, en Italia mueve 3.700 millones de euros y en Reino Unido supone otros 8.700 millones y más de 100.000 empleos.

No obstante, el fútbol ya sufría síntomas de agotamiento antes de la pandemia. Por un lado, una profunda crisis de legitimidad de sus instituciones, marcadas por la falta de transparencia y casos de corrupción, que implican a los últimos presidentes de la FIFA y la UEFA. Por otro lado, las audiencias han dejado de crecer en muchos países. Sobre todo, se presenta una importante brecha generacional con del público más joven, ya que solo el 41% sigue los deportes o partidos por televisión o medios tradicionales. Finalmente, numerosos clubes están en una situación económica delicada, que hace más complicado mantener los salarios de los futbolistas y asumir fichajes millonarios.

La falta de consenso sobre el modelo de negocio del futuro y quien lo domina ha agravado la división en la élite del fútbol europeo en este contexto de crisis.

El mismo día en que se presentó la Superliga, la UEFA anunció un cambio drástico en su máxima competición de clubes, la Champions League, de cara a 2024. El nuevo formato, financiado por el fondo de capital de riesgo Centricus con 6.000 millones de euros, pasa de 32 a 36 equipos, con más partidos y con parte del torneo disputándose como una liga regular antes de la fase final. Son dos propuestas opuestas y representan el enfrentamiento entre las principales instituciones del fútbol y los equipos más poderosos del Viejo Continente.

FIFA, UEFA y demás instituciones defienden un modelo de competición abierto, donde estos organismos sigan teniendo el control de los recursos y determinen la distribución de los beneficios. Además proponen aumentar el calendario futbolístico con nuevos torneos y competiciones más largas que garanticen la participación de un mayor número de equipos. De esta forma, se podría ganar el interés de nuevos seguidores y aumentar los ingresos, aunque hubiera que repartirlos entre más participantes.

Los grandes clubes europeos consideran que ese modelo es insostenible. Su apuesta son las competiciones cerradas, semejante al modelo estadounidense de ligas de básquet , béisbol o fútbol americano, con un número concreto de equipos. Piensan que enfrentar a los equipos más poderosos atraerá audiencia, hará los torneos más competitivos e imprevisibles y, además, les permitirá acceder directamente a los ingresos que ellos generan.

En definitiva, la discusión no es sobre los valores del deporte, sino sobre cómo preservar el negocio que genera este espectáculo de masas.