Por Walter Camerano

Una gran historia de amor dio origen a Zoom: la compañía que hace un año cotizaba a 100 dólares por acción, hoy vale 128 mil millones de dólares. En estos momentos supera ampliamente los 400 dólares por título.

Detrás de la historia de éxito de la aplicación Zoom, no solo está la flexibilización del trabajo derivada de la pandemia del Coronavirus, sino una historia de amor que llevó a Eric Yuan – fundador de la popular plataforma de reuniones que ha revolucionado las entrevistas de trabajo y el e-learning – a concebir lo que hoy es un éxito mundial. A Yuan se le ocurrió esta idea allá por el año 1987. En aquel momento, con apenas 17 años, se encontraba estudiando y las posibilidades tecnológicas de crear un sistema de videollamadas se limitaba a las historias de ciencia-ficción. Sin embargo, durante un largo viaje en tren, que duraba diez horas y que hacía regularmente para visitar a su novia de entonces, Yuan pensó en buscar una solución para no perder tanto tiempo en viajes. De aquellos sueños románticos de adolescente, nacería Zoom, una app que le serviría para seguir en contacto desde cualquier parte del mundo con su novia de entonces, quien hoy es su esposa.

Yuan decidió matricularse en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Shandon, China, en pleno boom de la informática. De hecho, estaba convencido de que algún día sería el próximo Bill Gates, quien por entonces asombraba al mundo con su innovador sistema operativo, Windows.

En 1992 se casó con Sherry, su novia de toda la vida y en aquel momento le prometió que algún día crearía una empresa que valiese 1.000 millones de dólares (tengan presente esta promesa). Para eso, decidió partir rumbo a Estados Unidos. Yuan empezó como desarrollador en Webex, una empresa situada en California, que fue adquirida por la multinacional Cisco en 2007, año en que Yuan pasó a liderar el departamento de ingenieros de Webex. En aquel momento, empezó a trabajar en un producto que ya ofrecía reuniones virtuales, pero era un producto en el que él mismo no creía del todo. El problema, según Yuan, era que el servicio era muy deficiente. Hay que tener en cuenta que en esa época la eficiencia y velocidad de internet no era la misma que hoy en día. Yuan abandonó Cisco en 2011, a pesar de que por entonces tenía un equipo de más de 800 personas a su cargo y la esposa le decía que estaba loco abandonar semejante puesto y sueldo.

Gracias a su tenacidad y a un crowdfunding – uno de los métodos más utilizados de recaudación de fondos – acompañado de amigos y colegas de su anterior empresa, logró traer a 30 ingenieros de China para montar Zoom, que en su origen se llamaba Saasbee. En poco tiempo, su idea pegó fuerte y llegó a recaudar, de inversores, tres millones de dólares. Eso alcanzaba para financiar el proyecto, pero no era suficiente para crear una aplicación que mejorase las prestaciones de los líderes del mercado en aquel momento: Skype y Hangout. Así que decidió aceptar una ronda en la que entraron inversores como Jerry Yang, cofundador de Yahoo – la plata llama a la plata, decía siempre mi tío Hector – y consiguió otros seis millones de dólares, para seguir financiando el proyecto hasta el final.

Yuan y su equipo tardaron casi dos años más en crear Zoom, pero el trabajo pareció recontra valer la pena, se creó un sistema más simple que unificó las versiones para los distintos dispositivos. Las posteriores actualizaciones terminaron por hacer rentable a la compañía que, de la noche a la mañana, pandemia mediante, llegó a una capitalización de mil millones de dólares. Así fue que Yuan pudo cumplir la promesa que le hizo al amor de su vida. Y colorín colorado… Bueno, los dejo que tengo una reunión por Zoom con el grupo de cocina… ¡Hasta la próxima!