Por Walter Camerano

China es el país más poblado del mundo. Tiene 146 habitantes por km2, lo que es igual a un quinto de la población mundial o a 1.400.000.000 habitantes; mientras que solo posee un ocho por ciento (8%) de las tierras cultivables del planeta. Su nueva clase media, se preocupa cada vez más por su alimentación: quiere comer más, pero también quiere comer mejor, porque se lo puede permitir. Ese cambio alimentario se encuentra especialmente en el consumo de carne. 

En 2015 la clase media china consumía cinco veces más cerdo que en 1979. Esto trajo como consecuencia, no solo la demanda de espacio para la cría de los cerdos, que hoy se encuentra en terceros países, incluido el nuestro; sino también, una demanda gigante de alimento para esos animales, tratándose principalmente de soja. A su vez, China, al contar con tan poca tierra cultivable, no puede producir las toneladas de alimento que requiere, llegando solo al 4,4% de la producción mundial de soja. Estados Unidos es el mayor productor de soja a nivel mundial con un 34.3% seguido por Brasil con el 31.6% y, en un respetable 3er puesto, Argentina con el 14.8%. Se calcula que, en 2024, China será el comprador del 70% de la producción mundial de soja.  

Entre 1985 y 2018 se perdió en el Amazonas una superficie igual a Chile 

Actualmente, Brasil es el principal socio del gigante asiático en este producto, ya que el 40% de sus exportaciones tienen a China como destino. Parece ser que las condiciones climáticas de Brasil son óptimas para el cultivo de este poroto milagroso, lo cual entra en conflicto directo con la protección del medio ambiente y del Amazonas, donde más se sufren las consecuencias de la demanda creciente.  Lo perdido entre 1985 y 2018 equivale a 72 millones de hectáreas o a la superficie total de Chile y de esa superficie el noventa por ciento eran bosques de la Amazonia. 

Alrededor de 30 millones de hectáreas de tierras, entre las que se incluyen las que una vez fueron selva tropical amazónicase usan para cultivar soja y es más: gran parte de las hectáreas cultivadas de Brasil son tierras trabajadas por agricultores brasileños, pero de propiedad de inversores chinos. Los titulares de las tierras son chinos y no sería raro que en cualquier momento armen otra base “meteorológica” como pasó en la Patagonia. 

La superficie utilizada para la producción de soja que China demanda es igual al tamaño de Italia  

La deforestación sigue avanzando y la producción de soja para la industria porcina china necesita ahora mismo un área equivalente al tamaño de Italia, que se divide entre Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. No solo está en peligro la Amazonia, toda esta zona se convierte así, poco a poco, en una extensa sabana de soja al servicio chino.  

La pregunta es: ¿Cómo será posible alimentar, en términos cárnicos, a la población mundial, cuando el resto de los países asiáticos terminen de despertar, con un 80% de los campos cultivables ya ocupados? Está claro que una mejora sustancial y continua de la clase media asiática, que demande cada vez más carne, trae como consecuencia la necesidad de más soja para alimentar a los cerdos. Lo que es igual a menos selvas, menos Amazonia, más deforestación, más desastre climático. No debemos olvidar que del equilibrio medioambiental de la Amazonía depende, en gran medida, el bienestar del planeta. 

¿Deberían los asiáticos hacerle caso a Paul McCartney y comer menos carne para no terminar de consumir el único planeta que tenemos para vivir? ¿O estamos condenados a un desastre ecológico sin precedentes?