Por Martina Lescano

En todas sus formas, el arte siempre ha sido fundamental. Tanto que comenzó a formar parte de aquello que damos por hecho que nunca desaparecerá, y no lo hará, porque si hay algo que se asemeja a la eternidad, es el arte. Pero la cuarentena no sólo demostró lo importante que es mantenerlo vivo, sino también el vacío que deja cuando una pequeña parte se empieza a perder, aún de manera temporal. Dejar hundir el alma dentro de una canción, de una película o de un libro; todo se unió para que el momento de aislamiento e incertidumbre golpee de forma un poco más liviana, pero también debilitó un sentido de comunidad que sólo se puede encontrar en los principales ambientes del arte.

Agustín Sullivan, quien dejó tatuado su nombre en el medio tras su papel como un joven Sandro en la reconocida producción que cuenta la vida de El Gitano, valora tanto la oportunidad de haber sido convocado para una nueva obra de teatro durante un tiempo difícil, como todo el camino que lo llevó ahí.

Entrar en el mundo de la actuación no fue fácil para él, porque cuando parecía que la meta se empezaba a acercar, un no pintaba la puerta que había ido a tocar. También tuvo en cuenta la opción de viajar, para poder continuar su vida en algún lugar que le permita trabajar de lo que siempre quiso. Porque sin importar en qué rincón del mundo, hacía mucho tiempo que había decidido qué quería hacer, y no tenía planeado abandonar el camino que, un día, lo terminaría guiando hacia la puerta que indicaba un .

—¿De dónde nace tanta perseverancia?

—Soy de Capricornio (ríe). Creo que cuando uno sabe qué quiere hacer en la vida, tiene que trabajar, porque las cosas no llegan, se consiguen. El ya me va a llegar no existe, es ya lo voy a conseguir. Y se consigue con estudio, con perseverancia y siendo positivo. Y tratando de no tener envidia, porque cada uno tiene su camino. Como cuando decís ¿por qué a tal le salió lo que yo quería? Porque es el camino que tiene que hacer. Cuando hacía mil castings y no quedaba, me ponía mal, pero después entendí por qué no quedaba. Porque, seguramente, todavía tenía que crecer como persona en diferentes aspectos para poder afrontar lo que quería vivir. Cada cosa es una preparación para otra.

Cuando tocó la primera puerta que se abrió, comenzó un efecto dominó que se impulsó pura y completamente por el trabajo. Se adentró tanto en el mundo de la TV y el cine, como también del teatro. Pero el arte permanece latente dentro de él no sólo cuando tiene que actuar frente a una cámara, o frente a un público, también durante aquel momento de soledad en que comienzan a surgir diferentes ideas que piden transformarse en palabras. «Me encanta escribir, lo hago hace bastante y tengo un montón de proyectos a medio hacer, y otros terminados«, dice Agustín, que siempre sintió mucha curiosidad acerca de sus raíces familiares y está dentro de sus planes, en algún momento, escribir un libro que detalle los inicios del Clan —como en Irlanda se suele denominar a la familia— Sullivan. «Todavía no lo empecé, pero me encantaría. Me encanta mi historia familiar; saber por qué mis abuelos vinieron, qué hacían y cómo eran las costumbres. De hecho, agarro los anteojos de mi bis o tatarabuela, los miro de época y digo, esto puede estar en un museo«, cuenta.

Agustín cree firmemente en que todo sucede cuando tiene que suceder, con tiempo y con trabajo, y que cada momento en la vida tiene un motivo. Que siempre hay un por qué del que aprender, pero que también hay que intentar identificar qué hacer con lo que uno tiene enfrente y dónde centrar la atención. «Todos somos seres espirituales. Hay que perseverar sabiendo bien lo que uno quiere y estando conectados con la espiritualidad para tratar de sostenerse, porque hay momentos en los que uno se frustra y no entiende muchas cosas. ¿Para qué me pasa esto?«, dice.

—¿Creés que la pandemia nos deja algún aprendizaje?

—Nos obligó a conectarnos con nosotros mismos, a valorar nuestro tiempo. Creo que, en algún lado, inconscientemente, todos nos transformamos; como individuos y como sociedad. Por ejemplo, la típica de «es el cumpleaños de tal, ¿vamos?» y decís «y bueno, voy a ir porque me corresponde que vaya aunque no tenga ganas«. Ahora creo que no. Si no tengo ganas de ir, no voy. Porque el tiempo vale, la vida vale y tenemos libre albedrío para hacer lo que queremos.

—¿Qué te ayudó para relajar durante la cuarentena?

—Hago un ejercicio. Todo el tiempo, trato de correrme del lugar de víctima y pensar para qué pasan las cosas y qué tengo que hacer con lo que está pasando. Creo que uno es creador de su propia realidad. Si tengo que quedarme encerrado en mi casa, ¿es un bajón? Sí, pero, ¿para qué me está pasando? ¿Qué necesito de esto? Todos somos para los demás, estamos conectados y lo que uno hace, bueno o malo, repercute en el otro. Y la pandemia es un ejemplo tangible de eso, porque es una cadena de no acabar. Mi profesora de actuación, Nora Moseinco, dice algo muy lindo: Respirá, calma. Y la calma no es que estés tranquilo, es que con calma uno puede ver mejor las cosas y tomar mejores decisiones. Es un trabajo con decisión y conciencia, que cuesta pero se puede.

Con las luces nuevamente encendidas, el público aplaude la emoción de haber vuelto a poner un pie en un teatro; de pertenecer a una audiencia, de tener enfrente un panorama diferente a la pared de una habitación. «Aplaudían la emoción de volver al arte en vivo, de entrar en comunión con otra gente«, cuenta Agustín, que forma parte del elenco de Te quiero, sos perfecto, cambiá, una comedia musical que define el concepto de amor mediante diferentes momentos de la vida. La cultura abunda en cada lugar del mundo, y durante una época llena de incertidumbre, dejó en evidencia su importancia y funcionó como una guarida de confort. «Estamos totalmente llenos de arte, y es vital. Creo que el arte nos hace seguir vivos«, dice.

Como dijo el filósofo romano Séneca, persevera y triunfarás. Y como dice Agustín: «Yo hice un camino de todo. La gente que sólo va para un punto, está bueno, pero uno es también en el entorno. Uno tiene que hacer lo que hace con el corazón. Si lo hacés con el corazón, te va a ir bien«.