Por Sofía Estanga Burgos

A 35 años de la celebración internacional del abrazo y sumergidos en medio de una pandemia, el psicólogo Antoni Bou Castellà (COPC 3359) explica por qué es importante el contacto físico, cuáles son las consecuencias de no tenerlo y por qué se extrañan tanto los abrazos.

El imborrable martes 3 de marzo de 2020 se convertía en el comienzo de algo casi desconocido para la Argentina cuando el Ministerio de Salud de la Nación informaba la detección del primer caso de Coronavirus en el país: un hombre de 43 años que llegaba a Buenos Aires procedente de Milán, Italia. Un año con cifra redonda, ideal para subrayar su carácter extremadamente inolvidable, que afortunadamente comienza a alejarse a paso firme pero dejando muchas consecuencias

Por ese entonces probablemente nadie tenía presente que todos los 21 de enero, desde 1986, se celebra el Día Internacional del Abrazo. Hoy, después de que la pandemia convirtiera a la virtualidad en algo esencial para vivir y las búsquedas de emoji con barbijo fueran tendencia, entre tantas cosas que se comenzaron a extrañar, los abrazos encabezan la lista. El psicólogo, Antoni Bou Castellà (COPC 3359), egresado del Col•legi Oficial de la Psicología de Catalunya, explica por qué es importante el contacto físico, cuales son las consecuencias de no tenerlo y por qué se extrañan los abrazos.

Para él, primero es necesario aclarar que “los seres humanos son seres sociales por naturaleza y dentro de la sociedad el contacto físico es una forma de comunicación tan importante como pueden serlo la comunicación verbal y gestual ”. Aunque el nivel de contacto varía en intensidad dependiendo del grado de confianza e intimidad que se tenga con el otro, “es necesario porque demuestra cariño, rompe barreras y genera estima” dice.

Antoni hace una distinción en cuanto a la importancia del contacto físico centrándose en dos variables: el tipo de sociedad y la franja etaria. Afirma que “existen sociedades como la de Inglaterra en donde prácticamente las personas no se tocan y que por ejemplo darle un abrazo a alguien por la calle no solo es difícil de ver, sino directamente impensable”. Argentina, en cambio, se encuentra claramente en el polo opuesto y eso demuestra que el tipo de vinculación social que se establece está directamente relacionado a una cuestión cultural. “En algunas sociedades el contacto está bien visto y en otras no tanto” comenta.

Con respecto a las edades explica que “no es lo mismo el primer contacto de la juventud, que el contacto más adulto” y que por supuesto “existen también las características personales”. La ausencia de contacto físico genera más repercusiones cuanto más se busca y en base a esto indica que “si hubiese que hacer una escala, los niños son quienes más lo necesitan porque en ellos es una forma de reforzar su autoestima, haciendo que se sientan valorados”. Los adolescentes, por su parte, ya no se refugian en el entorno familiar, sino en el de los amigos o las primeras relaciones amorosas.

No caben dudas de que el contacto físico es una forma de comunicación personal y según Antoni aquel que se origina en un abrazo, de manera íntima, es sinónimo directo de cariño. Aferrado a su criterio profesional dice que “abrazarse es casi una necesidad porque hace que una persona se sienta querida, valorada, respetada e importante para alguien”. Hay investigaciones que demuestran las altas probabilidades de experimentar trastornos psicopatológicos como sentimientos de soledad, depresión, ansiedad y estrés ante la falta de contacto físico.

“Las sociedades occidentales que tienen como una de sus mayores características distintivas la búsqueda de contacto, conexión y comunicación con los otros, en el contexto actual de pandemia se encuentran desorientadas”, manifiesta Antoni, “esas sociedades no nacieron sin contacto, sino que lo tenían y se lo cortaron de un dia para el otro”. Hace ya casi un año que no se puede abrazar, besar o incluso dar la mano. Sólo se puede saludar chocando puños o codos, cosa que hasta resulta para algunas personas algo agresivo.

El aislamiento y distanciamiento social generaron un aumento del individualismo y bloquearon la posibilidad de encontrar cobijo en un abrazo capaz de canalizar sentimientos. Para Bou Castellà “aunque médicamente abrazarse resulte peligroso es necesario ser conscientes de que no abrazarse trae consecuencias negativas relacionadas a la salud mental”. Antoni afirma que estar deprimidos baja las defensas y que considerando la crisis sanitaria, no es lo mismo encarar una enfermedad con las defensas fuertes que bajas.

Lo que le toca enfrentar al mundo es casi una guerra, como diría el presidente Alberto Fernández, con un enemigo invisible. “No se sabe que pasará mañana, cuándo ni cómo terminará todo y eso genera que la sociedad entera esté viviendo una especie de estrés postraumático colectivo” dice Antoni. Con toda seguridad confiesa que la pandemia reforzó la idea de que se valora más aquello que se ha perdido y al encontrar a faltar los abrazos, las personas se dieron cuenta de cuánto perdieron y lo mal que las pone esa necesidad de fundirse con un otro, sin poder.

Este 21, haciéndole frente a la nueva normalidad y ojalá por única vez, será momento de detenerse ante quien habla, de sentir sus palabras, sus gestos y escuchar atentamente. De darle valor a esa mirada que, a falta de cercanía, también abraza y se convierte en una manera diferente de decir te quiero.