Por Ariel Ayala

Los primeros días de diciembre empezaron con mucho más que un calorcito primaveral en las instalaciones que Pagoda S.A. tiene sobre la autopista provincial a la altura de San Lorenzo. Sumado a la pandemia, los vestigios de una debacle económica y la inflación nuestra de cada día se le sumó un conflicto de intereses entre los delegados de la fábrica que desencadenaron en una serie de eventos desafortunados que hasta el momento tiene como afectados principales a 24 operarios que pasaron las fiestas sin noches buenas.

Todo comenzó cuando Javier B.  delegado de la empresa, resultó acusado de robo por parte de la empresa aduciendo haber visto por cámaras de vigilancia el hecho en cuestión. Esto desató la inmediata de respuesta de sus compañeros en defensa del operario.

Días más tarde y en un ambiente ya de tensión laboral y una declarada guerra de intereses entre la patronal y los trabajadores , se decidió un cese de actividades en repudio a las medidas tomadas por parte de Gonzalo Guerrero ,cara visible de la empresa.

Las medidas comenzaron con asistencia al trabajo y un paro de actividades de una hora. Al no encontrar respuesta más que medidas más duras por parte de la administración,  la huelga se mudó a la puerta de la fábrica con todos los obreros paralizando sus actividades de forma total.

A medida que los días pasaron la crisis se incrementaba, ninguna de las partes afectadas cedían y los roces continuos fueron moneda corriente, con autos quemados, Ministerio de trabajo de por medio, citaciones y un final incierto para los empleados de una tradicional

La mañana del 20 de diciembre los trabajadores quisieron ingresar a sus puestos de trabajo pero se encontraron con la planta cerrada y unas vacaciones forzadas cómo respuesta por parte de la administración. El día 4 de enero fue la fecha estipulada para el regreso de actividades pero todo se precipitó cuando tres días más tarde de aquel anuncio  recibieron el telegrama de despido en mano por parte de una escribana dispuesta por  la empresa.

Los 24 obreros -incluidos los delegados que luchaban por un ambiente de trabajo mejor para sus compañeros-  se encontraron con un golpe muy duro que retumbó en todas las familias que dependían de esos ingresos.

El día 4 de enero, fecha estipulada para la reapertura de la fábrica, todos se presentaron a buscar explicaciones más allá de que el telegrama aducía “abandono de trabajo”. Pero, en lugar de respuestas, encontraron hostilidad y un cordón policial que evitó que pudiesen reclamar por sus puestos, lo cual generó una tensión aún mucho más fuerte de la que existía.

De hecho, un trabajador incrédulo y apesadumbrado por la noticia, decidió rociarse con nafta y amenazar con desatar una verdadera tragedia, lo cual afortunadamente fue desactivado por sus compañeros, que le brindaron el apoyo suficiente para no tener que lamentar una profunda desgracia.

Al cierre de la edición de este artículo, se había acordado la tercera citación para una conciliación obligatoria pero la empresa no se presentó a ninguna por ende la situación es incierta y cada vez se agudiza más la incertidumbre y la desesperación por parte de aquellos que no se rinden y resisten la embestida de todo un sistema que apoya a los que más poder tienen y dejan a su suerte aquellos que son el motor económico de una empresa que decidió desentenderse de la situación que atraviesan hoy muchos de aquellos que le pusieron el hombro y la fuerza cuando la situación era complicada.