Por Lic. Federico Sciretta
La violencia por parte de los padres para con los niños y niñas es uno de los condicionamientos más graves que pueden ocurrir. Una palabra, un gesto o un contacto físico pueden marcarnos de por vida. En este caso solo, me explayaré en una temática que me atraviesa de cerca: la violencia parental.
Cuando hablamos de violencia parental hacemos referencia al maltrato ejercido por un padre, madre, tutor, o quien esté en el rol de crianza de un menor. Estas manifestaciones se pueden dar por medio de comentarios al pasar tales como:
— Dale, no seas marica, levantate y seguí jugando.
— Los nenes no lloran.
— Mirá lo obeso/a que estás, nadie se va a fijar en vos.
— Miralo a tu amigo que es un ejemplo a seguir, él hace todo 10 puntos.
— No seas inútil.
— ¿Cómo me vas a pregunta eso?
— Vos no sos el hijo que deseé.
— Hubiera preferido no tenerte.
Ahora los invito que relean los anteriores breves ejemplos pensando en un escenario donde, la persona que aman, les expresa todo aquello.
Así es, esa personita se siente horrible, angustiada, inútil, impotente y sobre todo vulnerable. Porque para las niñas y niños en su temprana edad, sus padres son los vínculos afectivos más importantes .
Todas estas vivencias lo único que generan son experiencias traumáticas desencadenando un multicausal de consecuencias como baja autoestima, inhibición frente a una situación de peligro, poca capacidad de autocuidado, ciertas conductas autodestructivas, vínculos conflictivos, ansiedad, depresión, entre otras. Si todo ello se naturaliza y justifica, aparece lo más complejo: la transmisión de esas experiencias en las generaciones siguientes.
Es en este preciso momento donde incide el rol de la psicoterapia. ¿Cómo?: ayudando a aquellas madres y aquellos padres que previamente como hijas e hijos han sufrido violencia por parte de sus cuidadores a que puedan ser resilientes con sus hijas e hijos. A que puedan brindarles todo el respeto, el amor y la contención que necesitan para afrontar el mundo acompañados de manera segura y contenida por sus figuras de crianza, quienes cumplen un rol muy importante para transmitir el cómo hacerle frente a la vida diaria.
Cabe aclarar que el término cuidador aparece en el concepto de la teoría del apego, que desde la Psicología es el vinculo afectivo que se establece desde el nacimiento del niño o niña con su madre, padre o figura de crianza. El apego será fundamental para el desarrollo emocional, social y de la autopercepción de sí mismo para el futuro de esa niña o niño.
El creador de la teoría del apego ha sido el psicoanalista John Bowlby, profundizado luego por Mery Ainsworth y Patricia Crittenden. Por medio de sus estudios de investigación en dicha temática, Bowlby descubrió dos estilos de apego: el «apego seguro», donde el cuidador se mantiene disponible por medio de expresiones de interés y acciones de cariño para con las necesidades del niño generando una base segura; y el «apego inseguro», donde el cuidador no está disponible para las necesidades del niño y es carente de realizar un buen cuidado.
A su vez, este estilo se divide en tres tipos: evitativo, ambivalente o desorganizado. Una cuestión que abordaremos más adelante con detenimiento.
Para finalizar, es sumamente importante tener en cuenta que los niños y niñas nos necesitan disponibles, afectuosos y dispuestos a regular lo que nos pasa. Solo de esa manera podremos luego tener un correcto desempeño frente a lo que les brindamos a ellos.